Presentación  



José Luis Leal Sanabria    ♦   Vicente Quirárte

 

Presentación por Vicente Quirárte

 

En Lagos de Moreno, Jalisco, cuna de hombres de armas y de letras, vio la primera luz en 1824 Agustín Rivera y Sanromán. Auténtico hijo de su tiempo, abandonó este planeta en 1916, cuando un nuevo orden surgía en México y el mundo. Escribe Martín Quirarte, historiador que hizo importantes aportaciones a una de las épocas que más apasionaron a Rivera: “Nació en el momento en que se fundaba la República. Fue testigo presencial de todos los ensayos de organización política que precedieron a la consolidación del régimen republicano y el establecimiento de una sociedad civil. Vivió el largo periodo de la dictadura del general Díaz, y aún le tocó vivir seis años del movimiento revolucionario. Si el destino le hubiera dado un lustro más de vida, el general Obregón no sólo edita los Principios críticos sobre el virreinato de la Nueva España y sobre la Revolución de Independencia -obra polémica de Rivera-, sino que le hubiera tributado los honores que merecía como precursor ideológico de la Revolución Mexicana”.


    Con el presente Catálogo del Archivo Agustín Rivera y Sanromán, que custodia la Biblioteca Nacional, Luis Olivera López y Rocío Meza Oliver hacen una nueva, necesaria e importante aportación a lo que es la misión principal de un repositorio que guarda la memoria de un país: hacer accesibles los documentos, facilitar su consulta y proporcionar herramientas útiles tanto para el investigador especializado como en todo aquel interesado en el devenir mexicano.


    Agustín Rivera fue autor de obras fundamentales de la bibliografía mexicana: su producción suma más de 150 libros, número casi semejante al de los ahijados que tuvo. Su personalidad no puede sino provocar simpatía y admiración. No quiso entrar en terrenos polémicos ni hacer de su vida una leyenda como sí lo hizo otro gran religioso, fray Servando Teresa de Mier. Su alto sentido de la tolerancia lo llevó a ejercer el difícil oficio de la amistad con liberales y conservadores, pero en el momento de defender sus opiniones sobre filosofía de la historia o el comportamiento humano –se es liberal o no se es, parece ser su dogma-, su pluma adquiría los rasgos exigentes que lo vuelven imprescindible para el conocimiento de nuestra historia. Con todos los años que han transcurrido desde su primera publicación,  Anales mexicanos sobre la Reforma y el segundo Imperio es un libro admirable y digno de imitación. La precisión en el registro y seguimiento de los hechos lo emparienta con la labor que para la defensa de la República hacían José María Iglesias, Francisco Zarco o Guillermo Prieto. Su devoción por interpretar los hechos y no exclusivamente consignarlos lo análoga, aunque su visión fuera radicalmente distinta, a la idea de la historia sostenida por Lucas Alamán.


    Antes hemos hablado de las numerosas obras escritas y publicadas por Rivera. Como pocos de nuestros hombres de letras –entiendo el término en su más amplio sentido- fue autor de libros de largo aliento, pero hizo de la monografía o del folleto un arte mayor, como lo muestran textos de su pluma como Viaje a Londres o Viaje a las ruinas del Fuerte del Sombrero, donde campean su objetividad y su patriotismo. Y si bien Martín Quirarte insiste en afirmar que para hablar de la vida de Rivera “precisa consentir en la sencillez”, aún falta por hacer la biografía de este cura liberal que nunca transigió ni claudicó de sus principios. Otra de las virtudes del trabajo de los maestros Olivera y Meza consiste en proporcionar, a través del análisis razonado de este catálogo, las fuentes que contribuyeron a la formación del hombre y del historiador, sus cotidianas jornadas, su correspondencia profesional o íntima. Aquí están las coordenadas para construir su vida, pero navegar por las fuentes también es una forma de leer en el hombre y el intelectual y asomarse a los sitios y personas de los que abrevó.


    En su colaboración titulada “La folletería, triunfo del liberalismo republicano”, dentro del volumen La Biblioteca Nacional, triunfo de la República, aparecido en 2006 como contribución al bicentenario del natalicio de Benito Juárez, Luis Olivera apuntaba: “Hay que decir que la Biblioteca Nacional posee el acervo más grande de folletería producida en el país, y que por depósito legal se sigue enriqueciendo con las publicaciones periódicas producidas en el país. Muchos folletos, que en cantidad excepcional forman parte de las misceláneas, están en espera de ser descritos bibliográficamente, estudiados y comentados para seguir aportando el conocimiento que contienen”.


    Con esta nueva obra, el investigador de nuestro Instituto de Investigaciones Bibliográficas está llevando a la práctica su idea. Gracias a sus esfuerzos, la obra sale a la luz con el apoyo del Colegio de Jalisco, estado natal de Agustín Rivera, y de la Universidad Nacional Autónoma de México, que en 1910 le otorga el muy merecido grado de doctor honoris causa.


Vicente Quirarte