Introducción
Por Luis Olivera López
La continua elaboración de catálogos diversos, relativos al material histórico resguardado en el Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional de México, por parte de algunos académicos del Instituto de Investigaciones Bibliográficas (IIB), permite transitar en el mundo del conocimiento a través de inigualables fuentes existentes en él.
El Proyecto Unitario de Reorganización del Fondo reservado, con el propósito de dar a conocer dichas fuentes, ha logrado con el presente Catálogo, aumentar la sistematización de documentos que esclarecen las visiones del siglo XIX liberal mexicano. De ahí que puedo decir que este tipo de trabajos, acrecientan la naturaleza intrínseca de la Biblioteca Nacional de México, en cuanto que aporta y fortalece los diferentes discursos del proceso histórico de nuestra sociedad y que, en este caso, refuerza la proyección del mundo borbónico novohispano hasta los tres primeros lustros del siglo XX.
Catolicismo, regalismo, modernidad, liberalismo, civilismo, tradicionalismo, son figuras de poder que acompañan al doctor Agustín Rivera y Sanromán en el recorrido por su tiempo del siglo XIX, hasta la ruptura y el reordenamiento del liberalismo en el siglo XX. Es con el presente Catálogo que podemos recoger parte de los testimonios de la vida privada, corporativa y pública de aquel personaje, cuyo discurso histórico modernista-liberal encuentra su fundamento inmediato anterior en el siglo XVIII colonial hispano, quien supo entrelazar la visión borbónica de Benito Jerónimo Feijóo con el modernismo decimonónico y el progreso economicista del liberalismo triunfante, el cual transitó hacía la aceptación del orden y el progreso del liberalismo-positivismo del porfirismo. El final del siglo XIX y el principio del XX marcan un tramo del proceso de modernidad del Estado-Nación mexicano, con características de transición burocrática de estado colonial fallido y del atrevimiento de la conformación de la oligarquía nacional, con la obsesión de simular una nación libre de ataduras neocoloniales; intención de consolidación en proceso histórico aún en nuestros días.
Por lo anterior, considero al Catálogo del Archivo del doctor Rivera, como una aportación más al estudio de la cultura en México en sus variantes ideológicas, históricas, filosóficas, literarias, de la vida cotidiana, etcétera. Esta información permite reconstruir el conocimiento a través de hechos y de la elaboración histórica riverista en variados campos, cuya guía fue la visión optimista de hacer patria con sus escritos. Prolongación de la escolástica con el sentido ecléctico1 cristiano-católico, de aceptar el modernismo sin perder su base providencialista reflejada en el conocimiento occidental del continuo hacer.
Este proceso de construcción del conocimiento nos ubica en el contexto bibliográfico nacional, en la forma instrumental de catálogo de fuente especializada, cuyo fundamento reside en propuestas de conocimiento en la escritura, con objetivos reflejados en los distintos niveles de impacto social (lectores), que ayuda a identificar y a diferenciar las características de los hechos históricos, de acuerdo con la procedencia cultural del actor, para encontrar la coherencia entre la realidad social y el sujeto histórico, y éste con las diferentes manifestaciones del conocimiento socio cultural y técnico-científico de cada época.
Es entonces con la interacción de la realidad social existente y la interpretación de la misma, donde ubicamos las ideas y propuestas prácticas y teóricas de autores como Agustín Rivera, quienes nos conducen a las reflexiones, no sólo de lo que fue, sino de lo que debía seguir siendo, aún solo como propuesta, debido a la propia estructura de su visión histórica como necesidad de identidad, tanto al interior del sujeto histórico como en la identidad como persona social en el contexto internacional de la modernidad.
La preocupación intelectual de Agustín Rivera fue la necesidad de trascender, por lo que tenía que dar a conocer sus propuestas y así conformar y legitimar a los sujetos históricos por hacer, para así evidenciar las resistencias sociales y esclarecer hasta dónde se participa y con quiénes, en el afán de dar forma a la idea de la metahistoria en nombre del resultado del conocimiento: la patria.
Se trata, entonces, del conocimiento de los diferentes niveles socio culturales, a partir de la construcción de categorías y epistemologías, cuyas argumentaciones tienen como base la interdisciplina social y humanística, que deriva en la visión amplia del conocimiento del hecho a tratar.
Las fuentes sistematizadas en este Catálogo permiten, por lo tanto, la organización de hechos de diferentes procesos que no tuvieron influencias directas en el planteamiento del discurso, sin embargo, en su conjunto, brindan testimonios sobe la conformación lenta de la estructura del mismo, aún cuando pareciera que no pertenecen al proceso específico del hecho. En el tercer volumen de esta publicación encontramos la bibliografía personal del doctor Rivera, cuyo estudio nos dio la idea anterior mediante los diversos escritos de su autoría.
El objetivo general del presente Catálogo es aglutinar, en este instrumento, las fuentes que el doctor Rivera actualizó para elaborar sus escritos históricos, con fuentes primarias que tuvo a bien conservar y así permitir su transmisión hasta nuestros días. Además, las cartas, fuente emotiva y a la vez científica, permiten ubicarnos en ciertos aspectos de su vida cotidiana en relación con las personas con quienes trató, tanto en el plano familiar como en el social, como se podrá ver más adelante. Para completar la información, se incluye una bibliografía que, si bien no abarca toda la obra de Rivera, sí contiene gran parte de ella, con la particularidad de que es la que se encuentra en la Biblioteca Nacional. El primer levantamiento de las fichas de dicha bibliografía fue realizado por María del Carmen Garzón, y fue la técnica académica de nuestro Instituto, Rocío Meza Oliver, quien corrigió y completó este trabajo.
El objetivo es, por tanto, dar a conocer instrumentos bibliográficos sobre las fuentes que nos proporcionan más información y que, como en el presente caso, constituye la construcción realizada por un sujeto (autor-escritura), quien a su vez recuperó la visión de otros actores par vincular lo ya pasado con la intención de proyectar lo moderno. Tiempo en la Historia para hablar de procesos aún vigentes ante la persistencia de lo inacabado.
De ahí el objetivo particular del Catálogo, al rescatar manifestaciones múltiples de etapas históricas, que en este caso además se presentan en forma epistolar, aunadas a las fuentes primarias recopiladas por Rivera para fundamentar su visión, con el propósito de entender y ordenar la idea-razón-de ser de su angustia temporal de encontrar y aceptar “su conocimiento”, y hacer su tiempo histórico a partir de y tomando en cuenta la multiplicidad de hechos cotidianos.
El discurso liberal sigue siendo en nuestro contexto histórico actual, una constante que guarda vigencia en nuestra sociedad aún desdibujada, en tanto subsiste la enorme desigualdad política, social, económica y cultural. De ahí la importancia, según mi opinión, de la visión histórica de Agustín Rivera que nos ubica en la persistencia de la crítica para luchar en contra de la ignorancia, de no imaginar y proponer un modelo progresista, cuyos escenarios históricos actuales nos llevan a la idea de continuar en la lucha anti oligárquica inmovilista, en donde la sociedad aún no alcanza a construir el Estado, para transformarlo en una nueva entidad histórica donde prevalezca lo social.
A manera de ubicación cronológico histórica, podría decir que la existencia de Agustín Rivera se inserta en la del México normativo, pues nació en 1824 y falleció en 1916; de ahí que lo enmarque en el proceso que abarca desde la primera Constitución del México independiente (1824), hasta la instalación del Congreso Constituyente carrancista (1916). La primera Constitución de México y la última (1916) que aún en el 2005 rige a los mexicanos; de ahí que la normatividad jurídica provenga del derecho en nombre de la política.
Por lo tanto, Rivera y su obra reflejan el proceso histórico del México independiente con la visión modernista, racionalista y progresista escolástica que lo identificó y que, en consecuencia de ello, padeció como enemigo del tradicionalismo laico o, en su caso, religioso. El doctor Rivera, fiel al método escolástico del conocimiento, fue firme representante del eclecticismo del siglo XIX en el afán de relacionar religión y modernidad. Es necesario decir que encontró su tono liberal a través de su visión religiosa católica, que lo vinculó con el pensamiento progresista español exteriorizado por Benito Jerónimo Feijóo en el combate al inmovilismo católico que llevó al “pueblo” español, y por extensión, al “mexicano”, a posiciones supersticiosas que siempre estorbaban al progreso mismo de la religión.
Agustín Rivera nación el 29 de febrero de 1824, en Santa María de los Lagos, estado de Jalisco, en el tercer año de la independencia de México y primero de su primera Constitución. Fue criollo por sangre y mexicano por historia: su padre Pedro Rivera, andaluz del poblado de Chiclana, fiel súbdito de los reyes hispanos que, como militar del ejército borbónico en la Nueva España, se ganó a pulso el grado de teniente en obvia confrontación con los insurgentes. Su madre, Eustacia Sanromán, provenía de la línea española de los Sanromán, establecida desde el siglo XVII y avecindados en Lagos, en donde se hicieron de fortuna y fama.
Todos los biógrafos de don Agustín, más o menos coinciden en los años de su preparación en el Seminario de Morelia y en el de Guadalajara, así como en el de su licenciatura y doctorado en derecho civil en la universidad tapatía. Resulta interesante la elección de Rivera de doctorarse en derecho civil, pues descubre su espíritu liberal. Perfil liberal que lo acompañó durante toda su vida productiva, tal como lo demuestra su abundante obra, como fiel reflejo de la época por la que atravesó, desde su trinchera liberal para combatir el inmovilismo de México que persiste en su mentalidad colonizada.
Más de 170 escritos forman parte de la producción bibliográfica de nuestro personaje, de la cual 62 son de historia, 29 de literatura, 25 de religión, 24 de filosofía, 19 de sociología, derecho y enseñanza, y 2 de filología, 2 de bellas artes, una de ciencias aplicadas y 5 más de obras generales.
Durante 69 años escribió sobre dichos temas, los cuales tomaron forma en libros, folletos y hojas sueltas. Destacan los escritos de corte histórico, tales como Principios críticos sobre el Virreinato de la Nueva España y sobre la Revolución de Independencia (1884), obra en que encontramos el fundamento histórico, de las razones por las cuales la oligarquía novohispana, fue incapaz de entender la propuesta borbónica del modernismo economicista peninsular. Los oros escritos, tal como indican los títulos, son aportaciones de hechos documentados que servirían, según Rivera, para entender el periodo crítico para los mexicanos nacionalistas y patriotas, durante el liberalismo constitucional antintervencionista, por lo que tituló una de sus obras: Anales mexicanos. La Reforma y el Segundo Imperio (1890-1891).
Cabe decir que toda la obra de Rivera (que puede comprobarse en su bibliografía), lleva el sentido del discurso para conformar la patria. Por lo tanto, como los diferentes escritores del siglo XIX nacional, llevaba la carga histórica de la angustia por y para que los mexicanos al través del conocimiento, visualizaran la idea de un México moderno y, así, incrustarse en ella para hacerla progresar.
Pero no sólo en el campo de la historia Rivera hizo propuestas, sino que en sus escritos sobre filosofía y religión aportó algunas, por ejemplo, la relativa a que si los mexicanos no dejaban atrás el pensamiento inmovilista filosófico colonial, no lograrían avanzar en esa disciplina o, en su caso, el reproche al mundo católico tradicionalista, pues según él, éste tenía que dar paso al conocimiento de los autores paganos en los estudios del Seminario y también que debía entender que el modernismo, como en el caso del ferrocarril, apoyaba más al catolicismo que aquellos que se mostraban ajenos a la ciencia.
Hay que destacar también que el purismo liberal de Rivera lo llevó a mostrarse independiente o, mejor dicho, autárquico, en relación con las publicaciones de su autoría. Es obvio que el espíritu cristiano de la modestia no estaba en su forma de ser, ya que de su peculio costeó todas sus publicaciones, lo que una vez más demuestra la soberbia liberal de reflejar la independencia del individuo frente a la idea de lo corporativo, fuese éste religioso o laico.
En cuanto a los dos volúmenes que aquí se presentan, debo decir que se publicaron en 2008 por cuestiones académico administrativas; el tercero se publicará también en 2008 cuyo contenido lo integran los artículos de diferentes especialistas sobre el tema además del Catálogo comentado de las obras de Agustín Rivera existentes en la Biblioteca Nacional. Quiero decir que estas publicaciones incluyen un disco compacto con la base de datos que hará posible buscar y recuperar la información.
En relación con el material del archivo al que se refieren los dos primeros volúmenes del Catálogo, podemos decir que lo integran fundamentalmente las cartas que le enviaban a don Agustín Rivera, la mayoría manuscritas, las cuales abarcan la cronología de 1846 a 1915, mismas que suman más de 7 000 fichas, aunque hay que advertir que aproximadamente las primeras, que abarcan desde la Colonia hasta 1840, hacen referencia a fuentes primarias que Rivera utilizó para las notas de sus libros de historia, de ahí que se relacionen con el mundo colonial y los primeros años del México Independiente.
Este Catálogo contiene los registros de una parte de las fuentes del archivo de Agustín Rivera, que su propietario, el señor Gabriel Agraz García de alba, vendió estos documentos a la Biblioteca Nacional de México y conservó las fuentes relativas a la historia de Jalisco.
Por medio de las cartas se puede reconstruir una parte de la vida de Agustín Rivera, en lo concerniente a la comunicación que tuvo con algunos de sus compañeros del Seminario, así como en cuanto a las relaciones familiares, pues pronto tuvo el papel de pater familia al hacerse cargo de sus hermanes, como exigía la cultura familiar del siglo XIX.
Resulta esclarecedor que la visión histórica asumida por Rivera, lo llevó a preocuparse más por la idea de la patria. De ahí que su producción tuvo expresamente esa misión pero, además, con la compulsión de hacer casi todo el proceso de edición como responsabilidad única.
Rivera no sólo escribió con la soberbia liberal del individualismo, sino que sin dejar su condición de sacerdote secular, supo trascender las instituciones, tanto la clerical como la estatal, recogiendo la estafeta histórica del regalismo borbónico que aceptó como un hecho pasado, pero del cual había que rescatar y replantear el pensamiento reformista de Benito Jerónimo Feijóo, e inmortalizar a uno de los insurgentes de Jalisco y elevarlo a padre de la patria: Pedro Moreno.
Tal vez, y sólo como conjetura, observo que Rivera no se exterioriza en cuanto a la crítica de los primeros años de independencia del país. Sin embargo, durante sus estudios de derecho presentó un escrito académico que, para 1846, representaba a todas luces la necesidad de esclarecer uno de los temas que tocaba el centro de la problemática de la lucha liberal y que es el referente a la figura jurídica de la posesión, con clara intención de ubicar el sentido de la propiedad.
Sin lugar a dudas, Agustín Rivera rompe la dicotomía entre liberales y conservadores como historia maniqueísta de los unos contra los otros. Abre la vertiente del discurso histórico como atrevimiento intelectualizado, cuya misión consistía en que, sin importar la legitimación de poder: clerical, estatal, económica, era el individuo el que debía legitimar, a través del conocimiento histórico, su atrevimiento de conformar la patria a pesar de las instituciones.
Los 170 escritos dan prueba fehaciente del compromiso de Agustín y, como se observa en las cartas, esos escritos eran requeridos tanto por liberales como por algunos conservadores y por el sector emergente de “ciudadanos” que gustaba de leer la forma sencilla y directa de escribir los diferentes temas que tocaba. Tanto locales como nacionales y algunos extranjeros solicitaban sus obras, y para difundirlas se formó un círculo artístico literario con el nombre de Agustín Rivera y Sanromán, en la lejana y en ese entonces poco mexicana ciudad de San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, tal vez por el deseo de vincularse intelectualmente con la mexicanidad de Rivera.
Resulta claro también que su posición histórica-clerical lo llevó, por un lado, a confrontaciones con representantes de la alta clerecía católica. Con quienes sostuvo polémicas de las que salió victorioso y, por otro, con alguno que otro laico que lo derrotó y, como excelente historiador, aceptó que no le asistía la razón. También hubo laicos como Salado Sánchez que llegó a menospreciar su obra. En fin, como persona íntegra del liberalismo del México decimonónico, Rivera fue apreciado más por los laicos que por la clerecía.
No quisiera dejar de decir que historiográficamente la obra de Agustín Rivera tuvo más impacto que el de otros escritores, sobre todo durante los años que corrieron de 1880 a 1910; situación por la cual fue designado el primer Honoris causa de la recién fundada Universidad de México en 1910, y también ese mismo año fue nombrado por Porfirio Díaz para pronunciar, como lo hizo, el discurso histórico al conmemorarse los 100 años de la independencia de México.
Todavía nuestro personaje vivió hasta 1916, años finales de su vida y también de la despedida de su amada tierra de Lados, ya de Moreno, y de la ciudad de León, Guanajuato, tierra más progresista que lo acogió hasta el día de su muerte.
Estoy cierto que el Catálogo a publicar en tres volúmenes, enriquecerá los instrumentos de consulta del Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional, trabajo que desde luego se debe en parte sustancial a la DGAPA, con el apoyo que brindó por medio del PAPIIT al Proyecto IN40071-3, para llevar a feliz término trabajos de investigación que, en este caso, cumple también con una de las tareas primordiales del IIB: dar a conocer las fuentes que custodia la Biblioteca Nacional de México, cuya tarea trasciende y se identifica con la del Colegio de Jalisco que, sabedor y comprometido con su historia, decidió involucrarse en calidad de coeditor de la presente obra.
Pero así como las instituciones apoyan, también es cierto que los sujetos físicos –académicos- que las componen, cumplen con esfuerzo la tarea de elaborar el trabajo; de ahí que el agradecimiento de este proyecto sea para los siguientes universitarios del IIB: Rocío Meza Oliver, quien su celo académico la llevó a homogeneizar todas y cada una de las fichas, lo que conlleva la investigación del contenido de las mismas; a los becarios que trabajaron los primeros años del Archivo en el ordenamiento y en el primer levantamiento de las fichas, así como la bibliografía de Agustín Rivera: Lizbeth Aguilar, María del Carmen Garzón, Marla Juárez, Consuelo Roa, Verónica Romo, Rebeca Ruiz, Javier Valle, Alejandro Zavaleta, Jorge Rivera y José Luis Matus. Especial mención recae en el revisor de estilo y corrector Javier Ortiz Cortés quien, una vez más, realizó su trabajo con paciencia y calidad académica.
Asimismo, hay que agradecer a los académicos invitados, por escribir sendos artículos que se publicarán en el tercer volumen, los cuales nos insertan en el panorama cultural del siglo XIX en Jalisco, hasta los acentos particulares de la obra de Rivera como fuente indispensable para la historia de México: doctor Jaime Olveda, doctor y presbítero Tomás de Hijar Ornelas, doctor Sergio López Mena, doctor Brian Connaughton, doctor Arturo Camacho, maestro José Ruiz de Esparza, doctora María de los Ángeles Chapa y el maestro Eduardo Erchart Mendoza.
Así, el doctor Jaime Olveda, investigar de El Colegio de Jalisco, nos brinda el proceso cultural en la ciudad de Guadalajara, con su dicotomías entre el tradicionalismo y el modernismo, titulando su escrito: “El ambiento cultural de Guadalajara en el siglo XIX”, logrando con su estudio darnos el marco general de dicho proceso histórico, resaltando el papel que jugó dicha cultura en la historia del México del siglo XIX, llevándolo hasta la ruptura violenta de 1910.
El presbítero Tomás de Hijar Ornelas, cronista de la arquidiócesis de Guadalajara, con estilo purista nos habla de “El Seminario Conciliar de Guadalajara durante el siglo XIX”, para lo cual en el proemio fundamenta el tiempo histórico del papel del catolicismo desde la labor evangelizadora en estas tierras recién descubiertas, para situarnos en el occidente mesoamericano hasta la desmembración, en el siglo XIX, de la superficie del Obispado de Guadalajara, destacando el papel del clero secular y los casos del Seminario durante el siglo XIX, y la formación académica que se obtenía en dicho Seminario, hasta la ubicación del doctor Agustín Rivera en dicho Seminario, así como su derrotero como alumno y catedrático.
El doctor Sergio López Mena, del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, hace gala de su conocimiento sobre Agustín Rivera, en donde deja ver su erudición académica y su reflejo como sujeto sociocultural de Lagos de Moreno; así, con su estudio “Genio y figura de un escritor jalisciense”, sienta el fundamento de la importancia de Rivera, de él que nos da una excelente concreción de espacio, sujeto y cultura, en donde vemos y entendemos al doctor Rivera en perfecta armonía con los tres conceptos mencionados, cuya conjugación queda clara la importancia del doctor Agustín Rivera en el panorama nacional del siglo XIX mexicano.
El doctor Brian Connaughton, profesor e investigador de la UAM-Iztapalapa, refuerza su argumentación histórica del proceso del pensamiento católico, en la conformación de personajes que reflejaban la intención del discurso religioso en pro de una patria, que no se despegara del pensamiento católico. Utiliza, para tal fin, el impacto del conocimiento crítico y combativo del fraile Benito Jerónimo Feijóo, a quien Agustín Rivera declarara en su momento, que dicho personaje lo adoptó para continuar su visión hacia un liberalismo que destruía, o al menos trataba de destruir, el mundo del fanatismo católico, motivo que Rivera planteara en sus escritos sobre la decadencia de la filosofía colonial y que dejó entrever en sus escritos sobre la historia de México.
En forma más centrada al estudio sobre la importancia particular de la obra de Agustín Rivera, los maestros en Historia, Eduardo Etchart Mendoza, y José Luis Esparza, así como los doctores Arturo Camacho y María de los Ángeles Chapa, escriben sobre los siguientes temas:
Eduardo Etchart, en su escrito “Agustín Rivera, fuente imprescindible para comprender a Miguel Hidalgo y Costilla”, hace un estudio de las fuentes utilizadas por diversos autores, que nos permiten conocer la profundidad de Rivera con el uso de éstas, para escribir sobre Hidalgo y algunos de sus compañeros que se atrevieron a abrir una brecha en la historia del México independiente, en la que encontramos la fuente necesaria para comprender al sujeto histórico independentista, en el afán de Agustín Rivera en su necesidad histórica de que al hacerla-escribirla estaríamos en la metahistoria de construir la patria.
José Ruiz Esparza, nos introduce al aspecto científico que prevalecía en el México del siglo XIX, a través de sus organizaciones científicas, así como la comprobación del pensamiento científico de Rivera, con su relación epistolar con algunos de ellos, así como con sus ideas de progreso que necesariamente daba paso y elogiaba a la ciencia; de ahí la posición objetiva de encontrar el vínculo inseparable entre religión y ciencia.
El doctor Arturo Camacho, de El Colegio de Jalisco, encuentra y nos recrea con su visión estética, una de las manifestaciones culturales que preocuparon al doctor Rivera, tanto en algunos de sus escritos como en los objetos, que por su calidad estética nos brinda Camacho un pedazo de la cultura que conformó o al menos la evidencia de la profundidad y el conocimiento que Rivera poseyó, como sujeto universal con su apreciación a la cultura clásica que, como liberal, respetó en su forma estética.
La doctora María de los Ángeles Chapa, se sumerge en la obra del doctor Rivera para hablar “De la biografía en la obra histórica de Agustín Rivera y Sanromán”; con ello nos brinda la importancia de la biografía en la obra riveriana y expone la relevancia del hombre y su papel en diferentes etapas históricas, de acuerdo con la posición liberal de Rivera con respecto a la conducta del individuo por insertarse en la historia; de ahí el recuento y estudio de algunas obras de este autor que ella utilizó para fundamentar su propuesta académica. La doctora Chapa es merecedora de doble reconocimiento, ya que además de escribir este artículo, fue corresponsable del proyecto.
A todos los anteriores académicos doy las más cumplidas gracias por su apego a la academia como lugar de recreación del conocimiento, mismo que manifestaron con la auténtica libertad de investigación, propia del mundo universitario. No puedo dejar de mencionar al compañero bibliotecario David Castañeda que en los años 70 realizó en fichas manuscritas un primer acercamiento al Archivo Rivera por encargo del director IIB, doctor Ernesto de la Torre Villar.
Para finalizar, agradezco al exdirector del IIB, doctor Vicente Quirarte y al maestro José Luis Leal Sanabria, presidente del Colegio de Jalisco, por el apoyo para la realización de este trabajo.
Luis Olivera